miércoles, 21 de octubre de 2009

JAMÁS ME OLVIDARÉ - HISTORIA EVANGELISTICA

Historia retirada de la revista argentina "el puentecito" Adaptada y dibujada por mi. (Gabriela Pache de Fiúza)

Hace mucho tiempo atrás (o ni tanto), existía el castigo físico en las escuelas. O sea que el profesor debía castigar con palmatorias, azotes o cualquier otro castigo físico a aquellos niños que desobedecían órdenes o tenían un mal comportamiento en la escuela o en el recreo. Aunque eso fuese terrible, también dio lugar a historias apasionantes como la que les voy a contar ahora.

En un país lejos del nuestro, existía una escuelita rural en el medio de las desérticas montanas. Era una pequeña población de agricultores y creadores de ganado. En esta escuelita había un grave problema. Ningún profesor permanecía más de un mes. Pero no era por causa del clima, ni por las distancias ni por el salario (que era muy bueno) ¿Que piensan? ¿Por que ningún profesor conseguía permanecer ni un mes en la escuela?

Pero un bello día, después de que el último profesor se fue dejando la escuela, llegó un nuevo profesor. Nuevo no, digamos que es el quinto nuevo profesor del año. Era muy joven. El patio de la escuelita estaba lleno de chicos y chicas de diferentes edades que llegaban de los campos y granjas vecinas.


Figura 1


Cuando los chicos vieron llegar el nuevo profesor comenzaron a reírse y hablar entre ellos:

-¿Che Rafa, viste el pajarito desplumado que llego a la escuela? ¡Lo vamos a hacer volar de aquí enseguidita!

-Yo traje la ondera! Grito uno a las carcajadas.

- Tranquilos, muchachos- respondió Rafael, que parecía ser el líder de la barrita- vamos a darle un poco de tiempo. ¿Si lo hacemos volar rápido con quien nos vamos a divertir?. Jajajajajaja.

El joven profesor escuchaba todo desde la ventana. Por fin tocó el timbre marcando el inicio de las aulas. Unos cincuenta niños se precipitaron dentro de la sala de aula, gritando y empujándose agresivamente. Cuando todos tomaron sus asientos el profesor se puso de pie al frente del pizarrón.

-¡Atención! ¡Este es el primer sermón del profesor! – dijo Rafael gritando para que todos oyesen.

Los chicos no aguantaban de tanto reír. Pero para la sorpresa de todos, el profesor no estaba enojado. Y con mucha calma dijo:

Figura 2


Muchos piensan que esta escuela va a cerrar sus puertas. Pero nosotros conseguiremos que ella funcione muy bien. Y para que una escuela funcione bien tiene que tener buenas normas o reglas de comportamiento.

Y para que las leyes sean fáciles de ser respetadas, serán ustedes mismos que las harán. Siendo así pueden levantar la mano de a uno y dictar las reglas de la escuela…

La sala estaba en completo silencio. La sorpresa había paralizado a todos los alumnos.

Figura 3

Pasaron algunos minutos en el más completo silencio, hasta que el primer corajoso levanto La mano y dijo:

- No robar, profesor. Creo que esa debe ser la primera ley.

- ¡Muy bien! -dijo el profesor escribiendo en el pizarrón. ¿Alguien mas?

- ¡No pelear!

- ¡No insultar!

El grupo se animó rápido y comenzaron a decir leyes uno después de otro.

Terminada la lista en el pizarrón, Rafael se puso de pie y grito:

- Profesor, también tenemos que colocar los castigos para las reglas que sean desobedecidas, sino nadie las respetará.

¡Con certeza Rafael! – Respondió el profesor. ¿Qué castigo colocarías por ejemplo en el caso de que alguien quiebre la ley de “NO ROBAR”?

- ¡Diez azotes de vara con las espaldas desnudas, sin camisa, profesor! – Dice Rafael rápidamente.

Y así fueron establecidos los castigos para cada desobediencia.

Para sorpresa de todo el mundo, la escuela pasó la semana sin problemas. Los niños querían obedecer sus propias leyes. Aparte sabían que serían castigados y dolería mucho. Pero un día cuando toco la campana para ir al recreo, Rafael se levantó para buscar su merienda que había dejado en una cajita en el banco de atrás. Y para su sorpresa, su merienda no estaba! Algún compañero se la había sacado.


Figura 4


¡El rostro de Rafael estaba rojo de rabia, señalaba para el banco y gritaba como loco!

- ¡Alguien me robó mi merienda! ¡Alguien me robó mi merienda! ¡Que nuestra ley lo castigue, exijo que nuestra ley sea cumplida!

Figura 5

El profesor visiblemente triste se puso de pié y dijo:

- Parece que es la primera ley quebrada. ¡que pena!

Inmediatamente miró para los alumnos y con pesar y firmeza dice:

- ¡Aquel que robó la merienda de Rafael pase al frente y confiese!

Hubo un gran silencio. Nadie pestañeaba. Entonces el profesor tomo la decisión de revisar todos los bancos y los objetos personales de cada niño con el objetivo de encontrar al culpado.

Cuando llegó cerca del banco de Jaime, este se tiro encima gritando:

-¡No, no, en mis cosas no!


Figura 6

- Levántate Jaime!- Ordenó seriamente el profesor.

Entonces revisó las cosas de Jaime y encontró la caja de la merienda de Rafael. Pero la caja ya estaba vacía.

- ¿Por qué hiciste eso hijo? - Preguntó el profesor.

El niño llorando a los gritos respondió:

- Estaba con mucha hambre, profesor... hace cinco días que mi papá esta borracho. Y hoy mi mamá no tenia nada para darnos de comer.

- ¿Por que no me dijiste eso antes? ¡Yo habría compartido mi almuerzo contigo! ¡Pero ahora es muy tarde! Vos robaste y el castigo por la ley quebrada debe ser efectuado!

Vamos al frente y sácate la camiseta.

Jaime pasó al frente llorando desesperado y rogando decía:

- Profesor, no me obligue a sacar la camiseta, por favor. ¡No me puede castigar con la camiseta puesta? Por favor...

- Lo siento mucho. ¡Es parte del castigo! – dijo el profesor con el corazón oprimido.

Todos los alumnos estaban mudos y algunos tenían los ojos llenos de lágrimas.

Jaime se sacó la camiseta entre sollozos y...


Figura 7

Para espanto de todos, Jaime tenía el cuerpo cubierto de heridas y hematomas, algunas cicatrices eran viejas y otras parecían muy recientes... aparte de eso Jaime estaba esquelético de flaco! Daba para ver todos sus huesitos.

_ ¡Qué es esto en tu cuerpo Jaime? Preguntó el profesor completamente abalado.

- ¡Es que mi papá cuando llega borracho en casa, se pone violento con nosotros y nos pega, a mi mamá y mis hermanitos! –respondió Jaime entre llantos.

¡Todos en el aula estaban llorando ahora! Todos sentían mucha misericordia y compasión por el compañerito.

El profesor, entonces, con firmeza y con los ojos llenos de lágrimas, agarró la vara, levantó la mano para comenzar a aplicar el castigo por la ley quebrada cuando...


FIGURA 8


Desde el fondo del aula se oye una voz visiblemente quebrantada.

- ¡Castígueme a mi profesor! ¡Yo quiero ser golpeado en el lugar de Jaime! ¡Yo pagaré por la falta de Jaime! Por favor profesor!

El duro Rafa comenzaba a correr para el frente de la sala abrazando al pequeño Jaime.

- ¡Yo pagaré por vos amiguito, yo pagaré!

Rápidamente se sacó la camiseta y se puso de espaldas para que el profesor le aplicase el castigo por la ley quebrada.

Conmovido, pero con firmeza el profesor tomo la vara y cumplió con la ley de los alumnos. Contó las diez varadas sobre las espaldas de Rafa.

Rafael soportó todo sin una queja, sin un solo grito. Y cuando terminó el castigo en medio a un gran silencio, se puso la camiseta y volvió para su banco.

El profesor intentaba dar aula, pero era muy difícil.


FIGURA 9


Fue entonces que se escuchó una lamentación. Jaime se levantó y corrió para el banco de Rafael y lo abrazó con fuerza y llorando.

-¡Jamás olvidaré lo que hiciste por mi! ¡Vos pagaste mi castigo! ¡Tomaste mi lugar! ¡Nadie nunca hizo nada así por mí! ¡Seré tu amigo para siempre!

El profesor agarró un libro enorme y muy bonito y dijo conmovido:

- Niños quiero contarles una historia real de alguien que hizo por nosotros lo mismo que Rafael hizo por Jaime. ¡Alguien que tomó nuestro lugar, alguien que pagó nuestro castigo, pero Él no solamente fue castigado por nosotros! Él dio su vida, derramó su sangre para que nosotros pudiésemos vivir, para que nosotros pudiésemos tener sanidad y libertad. Ésta persona es Jesús, el hijo de Dios.

Entonces leyó en la Biblia el relato del profeta Isaías en Isaías 53:5 y otros textos que hablan de la muerte de Jesús por nosotros y de su resurrección. Después preguntó a los niños quien quería entregar su vida al Señor Jesús. Todos los alumnos levantaron la mano, todos querían ese Dios tan misericordioso que había entregado su vida en amor por ellos.

¿Y vos amiguito, quieres entregar tu vida al Señor Jesús hoy?

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